Fazendo Género es un seminario internacional que se realiza en la Universidade Federal de Santa Catarina (UFSC), Brasil, en colaboración con el Centro de Ciencias Humanas y Educación de la Universidade do Estado de Santa Catarina (UDESC). Su décima edición tuvo lugar del 16 al 20 de septiembre del 2013 y contó con la presencia de Sarah Schulman (escritora, historiadora y activista lesbiana) para su conferencia de cierre.
Comentan quienes asistieron al cierre de este evento que la ponencia de Schulman, que tuvo lugar en un clima festivo, luego de la entrega de premios y condecoraciones, tuvo un efecto disruptivo, generando incomodidades, silencios y el abandono del auditorio por parte de ciertos sectores de la militancia LGBTIQ.
¿Qué fue aquello que molestó tanto? La autora presentó en su conferencia el artículo «Queers Who Punish and The Challenge of Feminism» (Queers que castigan y los desafíos del feminismo), con el que pretendía dar cuenta de las transformaciones dentro del colectivo queer/LGBT y su relación con el feminismo.
En éste, Schulman señala un creciente alejamiento del «feminismo» y un acercamiento al nacionalismo, junto a una manipulación de la política del miedo[1]Según el filósofo Slavoj Žižek, la política del miedo es la forma característica que toma la política en la configuración sociopolítica actual conocida como biopolítica pospolítica. Hace referencia a un tipo de política que dice dejar atrás las luchas ideológicas y centrarse en una administración especializada y socialmente objetiva, cuya función principal es la regulación de la seguridad y el bienestar de la vida humana y que utiliza al medio (al otro, al inmigrante, al depravado, al exceso, a la catástrofe) como principio movilizador fundamental y base de la subjetividad.
La biopolítica pospolítica tiene dos aspectos principales y en apariencia contradictorios: la reducción de los humanos a la nudavida, al Homo Sacer, un sujeto sagrado pero excluido de derechos; y el respeto por la vulnerabilidad del otro llevada al extremo, caracterizando al yo como vulnerable y expuesto a acosos potenciales. El autor sostiene que estos dos polos, a primera vista antagónicos, comparten “la vida en sí misma” como único objetivo en la vida de las personas, rechazando cualquier “causa mayor”. En esta configuración, el otro aparece siempre como “demasiado cerca”, sin importar la distancia física. Se busca abolir la dimensión del prójimo, despojarlo de su categoría de sujeto y que se transforme en un mero objeto – que se vuelva tolerable siempre y cuando haya sido previamente despojado del objeto de su goce. Según el autor, es la desintegración de los muros simbólicos de protección, que mantienen a los demás a una distancia segura, lo que provoca el miedo a la sobreproximidad del otro como un sujeto de deseo. Ésta es la relación con lo excluido específica de la política contemporánea, viendo al otro como un “intruso traumático”, cuyo modo de goce (materializado en prácticas y rituales sociales) destruye nuestro equilibrio, nos molesta, y puede provocar en nosotros una reacción violenta que tenga como objetivo deshacernos de él. Es así que la actitud de comprensión y tolerancia hacia el otro se complementa con la actitud de apartarse de su camino.
Ver Žižek, S. (2009). ¡Teme a tu vecino como a ti mismo! En Sobre la violencia (pp 55-92). Barcelona: Paidós.. Resumiendo, con el paso de los movimientos de lucha por la «Liberación Gay» a los movimientos por los «Derechos Gay», con la crisis del SIDA y la consecuente visibilización masiva de la homosexualidad en el papel central, comenzó un acceso selectivo a la equidad, constreñido por factores como el género, la clase y la raza. De esta forma, una parte de la comunidad lgbt posee el acceso a ciertos derechos y a aparatos de Estado que permiten ejercer violencia sobre los miembros de la comunidad queer que siguen marginados y estigmatizados – los pobres, los indigentes, las personas de color. La autora señala que la forma más común en la que estas personas privilegiadas ejercen la violencia es a través de la ciudadanía queer, la criminalización del VIH y las políticas pro-familia.
En estas tres arenas: la ciudadanía, las familias promovidas por el gobierno y la criminalización del VIH, los que quedan afuera se convierten en los nuevos queer, los nuevos amenazados, el nuevo objeto abyecto sobre el cual acordamos en proyectar, y quien es ahora vulnerable al estado y por la familia queer –que no se siente ya amenazada por el estado– y que ahora se identifica con el estado. Por el ciudadano queer que quiere proteger su supremacía racial, por el queer VIH negativo que no quiere tener la responsabilidad de comunicarse, por la familia queer que no quiere rendirle cuentas a otros. Entonces, como el Estado, ellos se sienten en peligro en parte por esta nueva experiencia de dominación — el “miedo” realzado (es decir, el desdén) por el otro.
Sentirse amenazado no es lo mismo que estar amenazado. Los sentimientos sin justificación son un privilegio de la dominación. Sólo los que rehúyen no tienen que justificar. El rehuir los libera de la demanda de ser responsables. Son las personas que reciben el castigo quienes son culpadas de todo. De este modo, como una familia se siente puede ser más importante que la verdad. El estado se siente amenazado, la familia se siente amenazada. El ciudadano se siente amenazado. El VIH negativo se siente amenazado. Ellos usan una retórica basada en la “violencia” cuando no hay violencia. Al mismo tiempo, muchas personas en nuestra comunidad viven con violencia real, pero no tienen ningún aparato.[2]Schulman, S. (2013). Queers que castigan. p. 14.
Disponible aquí. (Traducción por Nayla Vacarezza de la cátedra «Identidades, Discursos Sociales y Técnologías de Género», Carrera de Sociología, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires).
Howard S. Becker postula en su obra Outsiders que la desviación es creada por los grupos sociales al establecer las normas cuya infracción constituye la desviación propiamente dicha y al aplicar esas normas en personas particulares, etiquetándolas como marginales. Y es justamente el compartir ese rótulo lo que tienen en común esas personas, que buscan refugio dentro del grupo de iguales estigmatizados o potencialmente estigmatizables.
¿Qué queda de esa subcultura desviada cuando la norma se emblandece y algunos ganan acceso, aunque sea parcialmente o en apariencia, al sector que puede señalar con el dedo y ejercer la coerción? Sin estigma en común, se pierde el grupo y se ve cómo aquél que fue asimilado debe ejercer la violencia contra aquél que aún posee tantas otra cualidades dignas de ser señaladas. Los sistemas no funcionan sin un excluido, siempre debe haber algo abyecto para poder definirlos.
En un mundo que parece afirmarse cada vez más post-todo, la comunidad sigue sufriendo ataques y pérdidas por doquier. Sin minimizar todas las pérdidas que se sufren día a día en territorios hostiles donde la homosexualidad sigue pensada con la muerte, el reciente crimen de odio a la discoteca Pulse de Orlando dejó 49 muertos y 53 heridos. Y no cualquier clase de muertos – muertos de la comunidad queer, sí, pero latina, negra, trans y de bajos recursos,
Schulman clama por la reorganización de nuestras alineaciones, para que tomemos el punto de vista de quienes realmente están en peligro y apoyemos no sólo los comportamientos LGBT que nos recuerden a nosotros mismos, sino insistiendo en el «rango completo de las variaciones humanas sin tener que ser personalmente replicados o reafirmados». ¿Se podrá hacer algo que vaya más allá de los filtros para las fotos de perfil de Facebook con la bandera de arcoiris y listones negros? Ojalá que sí.
1. | ↑ | Según el filósofo Slavoj Žižek, la política del miedo es la forma característica que toma la política en la configuración sociopolítica actual conocida como biopolítica pospolítica. Hace referencia a un tipo de política que dice dejar atrás las luchas ideológicas y centrarse en una administración especializada y socialmente objetiva, cuya función principal es la regulación de la seguridad y el bienestar de la vida humana y que utiliza al medio (al otro, al inmigrante, al depravado, al exceso, a la catástrofe) como principio movilizador fundamental y base de la subjetividad. La biopolítica pospolítica tiene dos aspectos principales y en apariencia contradictorios: la reducción de los humanos a la nudavida, al Homo Sacer, un sujeto sagrado pero excluido de derechos; y el respeto por la vulnerabilidad del otro llevada al extremo, caracterizando al yo como vulnerable y expuesto a acosos potenciales. El autor sostiene que estos dos polos, a primera vista antagónicos, comparten “la vida en sí misma” como único objetivo en la vida de las personas, rechazando cualquier “causa mayor”. En esta configuración, el otro aparece siempre como “demasiado cerca”, sin importar la distancia física. Se busca abolir la dimensión del prójimo, despojarlo de su categoría de sujeto y que se transforme en un mero objeto – que se vuelva tolerable siempre y cuando haya sido previamente despojado del objeto de su goce. Según el autor, es la desintegración de los muros simbólicos de protección, que mantienen a los demás a una distancia segura, lo que provoca el miedo a la sobreproximidad del otro como un sujeto de deseo. Ésta es la relación con lo excluido específica de la política contemporánea, viendo al otro como un “intruso traumático”, cuyo modo de goce (materializado en prácticas y rituales sociales) destruye nuestro equilibrio, nos molesta, y puede provocar en nosotros una reacción violenta que tenga como objetivo deshacernos de él. Es así que la actitud de comprensión y tolerancia hacia el otro se complementa con la actitud de apartarse de su camino. Ver Žižek, S. (2009). ¡Teme a tu vecino como a ti mismo! En Sobre la violencia (pp 55-92). Barcelona: Paidós. |
2. | ↑ | Schulman, S. (2013). Queers que castigan. p. 14. Disponible aquí. (Traducción por Nayla Vacarezza de la cátedra «Identidades, Discursos Sociales y Técnologías de Género», Carrera de Sociología, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires). |