Ayer se presentó por primera vez en el país la banda estadounidense Warpaint. El show fue parte del ciclo de conciertos gratuitos Converse Rubber Tracks Live organizado por la conocida marca de indumentaria y calzado y tuvo lugar, luego de cambiar el venue por la gran cantidad de público que no pudo obtener entradas (principalmente por la pésima organización de Converse y la productora), en el Teatro Vorterix.
Warpaint está integrada actualmente por Emily Kokal (vocalista y guitarrista), Theresa Wayman (vocalista y guitarrista), Jenny Lee Lindberg (bajista) y Stella Mozgawa (baterista). Con dos álbumes de estudio y tres EPs, su sonido fue descrito de muchas maneras: progresivo, lo-fi, shoegaze, «música de brujas emo», y esta imposibilidad de encasillarlas en un género es algo de lo que las chicas se sienten orgullosas.
Yo fui al show principalmente para acompañar a mi mejor amiga, fanática de la banda desde hace años y que siempre esperó con ansias que vinieran.
Llegué al Vorterix cansado y muy estresado, después de haber sufrido dos semanas para conseguir las entradas y con un conocimiento modesto de la banda. Siendo sincero, habiendo escuchado su discografía varias veces, sólo me habían terminado de cerrar unas seis o siete canciones. Además, tenía dos impresiones fuertes sobre la banda – la que daban en sus entrevistas escritas (un grupo que se tomaba muy en serio a sí mismo y que parecía un tanto hostil) y el que presumían sus fanáticos (un grupo de amigas que se dedicaban a mover el culo en el escenario al ritmo de una música oscura y sensual, bautizado cariñosamente como «las negras de mierda»).
Después cuatro horas de cola, ingresamos al teatro para seguir esperando. Cuando la espera se estaba tornando insoportable, comenzó el show de Postal, la banda soporte. Un pop/rock simpático, del que abunda en la escena nacional, que no pareció gustarle mucho al público, que se dedicaba a gritarles sarcásticamente y a pedirles que se fueran. Qué podemos esperar de un burro más que una patada.
Finalmente salieron las chicas al escenario. Un vestido sobre jeans, un enterito de dénim, pelos sucios, un gorro de lana, una camisa, un cárdigan negro, unas zapatillas naranjas y varios pares de botas cortas – ese aspecto que intenta mucho parecer despreocupado y jipón que compartían muchos de los presentes en el lugar.
Comenzó el show y quedé maravillado con todo lo que vi. Comprobé nuevamente que hay cosas que suenan bien en el estudio y otras que lo hacen mejor en vivo. Creo que la mística del recital y el intercambio cara a cara con estas mujeres hacen que la experiencia se complete, que cierre lo que, personalmente, hacía ruido.
Estando adelante de todo, bien contra la valla, no pude sacar los ojos de encima de Theresa. Siempre me pareció una mujer muy linda en las fotos y en los videos, pero excede todas las expectativas en persona – es realmente cautivante.
El show se desenvolvió entre movimientos sensuales, morisquetas entre compañeras de banda y la complicidad con un público, en palabras de la propia Wayman, sobreexcitado. Y es más que entendible, ya que la banda tiene fanáticos incluso desde antes de que hubieran sacado su primer álbum y que esperaban verlas en vivo al menos desde que visitaron Chile en el año 2011.
Las catorce canciones que tocaron en el recital se pasaron volando y las chicas de Warpaint dijeron adiós, pidiéndole al público que las trajeran de vuelta. No me cabe la menor duda de que la banda va a volver a tocar acá, el interés local quedó más que demostrado con estas semanas de expectación, con la locura por poder conseguir una entrada y por los incontables «Olé, olé, olé, olé guarpeint» que se escucharon en el Vorterix. Yo sólo espero que toda la gente que estuvo involucrada en la organización de este concierto esté lo más lejos posible.